jueves, 22 de septiembre de 2011

Cita con las estrellas

Bolt, Bekele, Blake, Rudisha, Chicherova y un largo etcétera de astros del deporte condensados en apenas tres horas. La cita es tan grande que ciega el interés de muchos espectadores en Europa. Pero eso no ocurre en su capital. Allí tienen grabado a fuego que el guión del Memorial Van Damme está escrito con la sangre de los dioses.
Bruselas es la cabeza que une a dos hermanos siameses que están condenados a entenderse: Flandes y Valonia. Juntos, pero nunca revueltos, forman un país capaz de sobrevivir con un gobierno interino durante lustros. Porque Bélgica es distinta a todo. Y su cultura deportiva es la envidia del viejo continente.
Las seis reuniones de la Golden League fueron ampliadas a 14 en la llamada Diamond League que vio la luz en 2010. Muchos cambios en los últimos tiempos, pero un denominador común: Bruselas siempre acoge la última prueba. El Memorial rinde pleitesía a Ivo Van Damme, subcampeón olímpico de 800 y 1.500 metros en los Juegos de Montreal 76, que fallecía unos meses más tarde en un accidente de tráfico, cuando el flamenco contaba con tan sólo 22 años. Allí se citan los atletas más insignes que anhelan mejorar sus marcas, aprovechando el pico de forma que les dan los grandes campeonatos celebrados en fechas previas.
Blake se disfrazó de eternidad para lograr el segundo mejor crono de siempre en 200 metros
El Mundial de Daegu había decepcionado al aficionado al atletismo, un deporte espectacular y sufrido como pocos, pero que vive instalado de forma perenne en una montaña rusa de sentimientos encontrados. Todavía quedaba una bala en la recámara: el Van Damme. El público acudió en masa al estadio Roi Baudouin, tristemente famoso por una tragedia futbolística asociada a su antiguo nombre: Heysel.
Los atletas habían convivido un par de días en un hotel próximo al Jardín Botánico de Bruselas. El respeto y la integración eran máximos. Se respiraba atletismo en estado puro. David Rudisha bromeaba con los fondistas africanos, el lanzador de peso Christian Cantwell optaba por relajarse con un trago de Coronitas. En cada esquina una anécdota, en cada rincón una historia distinta. Y apareció Bolt. Venía de entrenar en los buses fletados por una organización milimétrica, paradigma de gestión deportiva. Los miembros de seguridad lo querían subir a la habitación. Pero Usain no negó ni una firma ni una foto. Eso es lo que necesita el atletismo.
La competición
Y la expedición llegó al estadio. La enorme clase del pertiguista Lavillenie abría el apetito de una grada que exigía un episodio sublime de su referente: Bekele. Después llegó el Rey Usain y cumplió su promesa en los 100. Un tiempo de 9.76, mejor marca del año. Salió como siempre y llegó como nunca en esta temporada. El público coreaba su nombre, mientras uno de sus compatriotas pasaba de puntillas.
Johan Blake quiso demostrar que su oro en Daegu no era casualidad. Nadie contaba con un gran despliegue en 200 metros, en los que parecía un mero artista invitado. Nada más lejos de la realidad. El jamaicano se disfrazó de eternidad para lograr el segundo mejor crono de siempre, 19.26, superando la gesta de un Michael Johnson que el año pasado vivió el evento en calidad de comentarista.
La reina de la altura
La rusa Chicherova seguía superando listones y nadie miraba para ella. La venganza de Anna llegaría más tarde. En la pista era turno para los 400 metros. Los ídolos locales, los gemelos Borlée, triunfaban al llegar en las dos primeras plazas por delante de Pistorius. Kevin, bronce en los mundiales, pudo hacer un poco más en la última recta, pero dejó la sensación de haber levantado el pie para que Jonathan tuviese su cuota de protagonismo.
En 100 metros vallas, Sally Pearson se iba al suelo al tropezar con una de ellas. Junto a Rudisha, que no tuvo su mejor día, fue la gran decepción de la tarde. Sólo entonces, el público se dio cuenta Chicherova había pasado 2.05 metros y trataría de saltar 2.10, lo que supondría el récord del mundo. La rusa rozó la gloria en tres intentos vividos con una intensidad sobrenatural. Al llegar a Barajas, Javier Sotomayor, ilustre espectador en el Memorial, no tenía palabras cuando habló con MARCA.com: "La vi muy bien. Anna puede batir el récord". De su presencia nos advirtió en el avión, el atleta y periodista español Raúl Gil.
La ceremonia con los mejores atletas en las 14 competiciones ponía fin a esta edición de la Diamond. El bus que transportaba a la comitiva hasta el hotel nos ofrecía un compañero de asiento de excepción, el fondista keniata Thomas Longosiwa. Acusado años atrás de haber falsificado su pasaporte para un campeonato juvenil, parte del mundo del atletismo duda de su edad. Pero nunca lo podrá hacer de su corazón. Para muestra, su actuación en el pasado Mundial: "Me tiraron cuando iba a luchar por las medallas en 5.000, decidí levantarme y terminé sexto".
Tras pasar la malaria y un calvario de lesiones, Longosiwa saca su coraje: "Vivo pensando en Londres. Allí voy a conseguir medalla. Ni Lagat ni Farah ni Bekele, no tengo miedo a nadie". Su simpatía es extraordinaria, su capacidad de sufrimiento también. Nos pregunta por nuestro país entre varios intentos de decir "hola". Cuando se le interroga por atletas nacionales, contesta: "Espera, conozco a uno, su nombre siempre me hizo mucha gracia: Jesús -en referencia al gran Jesús España-". Su siguiente destino era Milán. El de la mayoría de la expedición: la fiesta montada por la organización.
Una fiesta merecida
El lanzador de jabalina noruego Andreas Thorkildsen ahogaba su decepción en cervezas locales, como manda la tradición. Cantwell seguía fiel a la Coronitas. Sólo Eva Arias y Natalia Rodríguez formaban la expedición española. La tarraconense estaba "muy contenta por cómo ha ido la temporada y también por la prueba", en la que fue octava. Ahora sólo queda la guinda a un año mágico: "En un mes, espero que le otorguen a Tarragona los Juegos Mediterráneos de 2017".
Usain Bolt fue el alma de la fiesta: bailarín, DJ, showman en estado puro
Blake se paseaba en chanclas abrazando a todo aquél que le felicitaba. Un simple 'congratulations' era equivalente a una presión insoportable sobre el pecho. Lo pudimos comprobar. Renaud Lavillenie iba de la mano con su prometida. Otro grupete se formaba comandado por el portorriqueño Javier Culson, que no cabía en la chaqueta tras vencer al campeón del mundo Greene en 400 vallas. En la fiesta, el omnipresente Bolt tuvo un papel primordial: ora bailarín, ora DJ. Nadie podía resistirse a sus encantos. Es imprescindible como gancho, como producto marketiano, amén de ser el hombre más veloz del planeta.
Otro Memorial Van Damme más, nuevas historias de superación en el cielo del atletismo mundial. Los mítines son los grandes desconocidos por la mayor parte de la afición española y, sin embargo, encierran la esencia del atletismo de élite. Pasa igual que con las clásicas de primavera en ciclismo. Todo a una carta. Allí es dónde se comprueba el material del que están hechos los protagonistas.
Van Damme es algo más que el apellido de los músculos más ilustres de Bélgica. Es un concepto que evoca la memoria de un hombre, Ivo, que vivió dos vidas en una, que sufrió como todos los atletas y disfrutó de la gloria como sólo lo pueden hacer unos pocos. Los mejores. Esos que acuden puntuales a su cita con Bruselas. Desde algunos prismas del deporte español se mira con envidia. ¿Es posible organizar aquí un evento de esa magnitud? No lo sé. Pero sería maravilloso.

Tras un pequeño parentesis y luego de un tratamiento con hielo, antinflamatorios y fisioterapia; ayer volvimos a salir a "probar suertes", muy temprano como de constumbre coincidia en el lugar de siempre con el incombustible Oscar para dar un rodaje de una hora a pasito tuntun. Si bien las molestias no estan del todo resueltas, se noto una mejoria considerable, ahora a rodar " a modiño" pera llegar a buen termino el día D a la hora H.

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