¿Qué puede hacer uno cuando se sienta frente a una megaestrella del deporte mundial, frente a un doble ganador del oro olímpico? ¿A qué puede atinar cuando sabe que su interlocutor ostenta el récord mundial de maratón?
A mirar.
Observa, por ejemplo, en un almuerzo distendido, en Río de Janeiro, como Haile Gebrselassie le pide al mozo una ensalada. Se asombra porque la inunda con tabasco, y se ríe: "Es mi combustible". Se indigna porque, humilde, como es, se ve obligado a aclarar que hay un error con su gaseosa de naranja: "Era sin hielo". Se sorprende al ver que come pan, que lo desmigaja con las manos y lo hace reposar en el lado izquierdo de su boca, casi sin morderlo.
Y, por último, tras observar, asombrarse, indigrase y sorprenderse, uno pregunta acerca de lo único que puede preguntar: fútbol.
Haille toma la bola, hace jueguito, pierde control, rompe todo. Pasa en las películas, pasa en la vidaGebre, así le dicen, habla del deporte desde su sonrisa ancha y su inglés chapucero, y no deja ningún detalle liberado al azar. Dice que es fan del Chelsea, que le gusta Alemania, que admira a Frank Lampard. Se fascina con el compromiso del equipo germano, con la consistencia del gran volante inglés. "Están concentrados desde el principio hasta el final", asegura y uno no pude dejar de pensar que este hombre es un fanático del largo aliento.
Nombra a Lionel Messi y a la selección argentina. Tras un repaso rápido, es difícil obviar que son todos hombres y equipos sponsoreados por Adidas. Su marca lo ha entrenado bien. Su discurso es monopólico.
Es lógico: su imagen vende. Su rol de deportista perenne y ganador, que superó todos los obstáculos, que corría hasta la escuela por falta de recursos y que hoy sigue viviendo en su Adis Abeba natal es un negocio para algunos. Él recibe su parte, sin dudas. Cuando entramos en un negocio de su marca, lo hacen vestir con una campera. Se nota que es nueva. "Me gusta", dice Haile. Y nadie tiene dudas de que se la va a quedar.
Claro, a cambio le piden que firme tarjetas y camisetas de maratón para beneficio de los fanáticos. O que filme un comercial institucional. No muestra desgano, hace lo de siempre: sonríe.
Su momento más legítimo llega cuando le alcanzan una pelota. En medio de este mega negocio, lleno de estantes y camisetas en exhibición, el atleta africano se decide a hacer jueguito. Uno, dos malabares. Toma confianza y ritmo. Tarda unos diez segundos en perder el control, se esfuerza pero la bola escapa hacia atrás, y se pierde en un estruendo que lo hace encogerse de hombros, como un niño, y buscar esconderse: "Hice lío". Nadie le llamará la atención: en ese momento, para esta marca no existe nadie más grande que él.
Pero él sufre. Se angustia. Sabe que hizo una travesura. Y se ríe.
Así es Haile Gebrselassie. Una figura de hierro en el atletismo. Un hombre simple. Un genio en su disciplina que verá el Mundial. Que lo vivirá desde África, porque allí vive. Que se entrena y que come poco. Que se deslumbra con hombres que admira, que piensa aún como pensaba de niño, en los malabarismos de Diego Maradona.
Allí está, Haile. Que vive su vida, como casi todos, entre el fútbol y sus vericuetos.
60 minutos a ritmo cómodo (aprox 5:30/km) con los últimos 10-12 minutos a ritmo algo más vivo.Ya se me olvido lo que es correr sin molestias en el talón,HASTA CUANDO ¡¡
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